viernes, 9 de abril de 2021

La odisea de hacerse fotos para el DNI en tiempos de la COVID-19


   Mirad, yo no sé vosotras, pero para mí ha sido una completa odisea tener que renovar el DNI en tiempos de la COVID-19 (sí, sí, no exagero).

   ¿Y por qué? Os preguntaréis (o a lo mejor no os lo estáis preguntando). Pues bueno... Media vida decidiendo, desde que tenía la cita, si me las hacía en un fotomatón o en un local donde una persona te hace la foto (es como escoger la píldora azul o la píldora roja). Vamos a ver, el fotomatón está casi al aire libre. Ya sabemos que entras, te encierras con la cortinilla (que sigue siendo la de toda la vida, cutrecilla, ya podrían cambiarla...), tocas lo que tengas que tocar (echándote pliqui-pliqui después) y te haces la foto, y piensas que muchas personas también han podido estar ahí reposando sus orondas y víricas posaderas (pienso así de mal, qué le voy a hacer), pero no deja de estar al aire libre. En la casa de las fotos ya tienes que estar en contacto con alguien, tienes que quitarte la mascarilla e intentar no decir nada sin ella. 

   Días antes empecé a pensar en lo que me iba a poner (tengo un fondo de armario taaaan extenso que me tenía agobiadita), cómo me iba a peinar (pero si siempre voy igual, por qué darle vueltas a eso... pues se las daba, se las daba), si me iba a maquillar un poco o no, si me tenía que retocar las raíces del pelo para no salir con la raya plateada en la foto (fundamental)... Y por la mañana me di las raíces. ¡Raíces retocadas!

   Decidí ponerme una blusa de una marca que no voy a nombrar porque no me pagan por hacerles publicidad, una blusa azul muy bonita con muchos colores y botones de distintos tamaños y colores... pues la cogí y me la puse (me miré y remiré cien mil veces en el espejo), pensando después cómo iba a maquillarme para que fuesen ropa y maquillaje conjuntados (esas cosas hay que tenerlas muy en cuenta, ya sabéis). Una vez me hube puesto la camisa, vi que en ese momento no me apetecía ponérmela y busqué otra (seguro que a vosotras no os ha pasado nunca... no...). Escogí una de la misma marca (¡Desigual! ¡Shssssssssss! ¡Calla, insensata!) que la otra pero con otros tonos. Con esa me vi estupenda y decidí dejármela puesta. ¡Ropa escogida!

   Fui a por el maquillaje (sin tener nada claro). ¿Cómo me maquillo? ¿Me echo base? ¿Se me manchará la mascarilla? ¿Me echo sombra? ¿Eye liner? ¿Rímel? ¿Colorete?... Joder... En serio... Si todo esto será una gilipollez más grande que una catedral (que lo es), pero os prometo que ha sido una odisea (y no precisamente como la de 2001 en el espacio). No me eché nada de base. Saqué las sombras y me miré al espejo (¿y ahora qué?). No me apetecía ninguna. Cogí los lápices delineadores de colores (que tengo una colección) y escogí uno azul y uno granate, para delinear el ojo con el azul por arriba y el granate ponerlo por debajo. Pues no... Antes de empezar no me visualicé, así que en ese momento decidí utilizar el marrón de toda la vida, que siempre me ha sentado bien. Lo delineé con cuidado en el párpado móvil a ras de las pestañas y me quedó muy bien hecho, y lo hice igualmente por la parte inferior del ojo. Decidí no echarme rímel negro, cogí el transparente. Ricé las pestañas y me lo extendí. ¿Sabéis que llevaba sin hacerme algo así desde el 2019? Pues sí... Cogí un poco de colorete rosa suave y un pintalabios rosa también. Hacía mucho tiempo que no me veía tan guapa. ¡Estaba divina!

   No me eché espuma en el pelo (no lo quería llevar apelmazado), ni la crema definidora de rizos (no lo quería llevar acartonado), lo dejé a su aire, con los rizos muy naturales. Salí muy guapa a la calle.

   ¿Cómo fue llevar la mascarilla yendo un poco maquillada? Un caos. Pensaba en que el color de los labios se me iba a ir quitando con la mascarilla (cosa totalmente normal) y no quería hablar, que la iba a tener que tirar en cuanto llegase a casa (llevé una quirúrgica desechable), que el roce de los mofletes con el colorete también la ensuciaría mucho, e iba pensando una y otra vez en que había decidido ir a hacerme las fotos a la casa de las fotos y no al fotomatón.

   Llegué allí, la mujer me dijo que pasara. Me miré al espejo y estaba bien ("¡Guapa!" me dije mentalmente a mí misma, que hacía mucho que no me lo decía). Pasó ella, me senté en el taburete y le dije que cuando ella me dijera me quitaba la mascarilla. Me dijo que me la podía quitar. Puse mi mejor pose. 

   - Baja un poco la cabeza. - La bajé.

   Flash.

   - Ahora súbela un poco. - La subí.

   Flash.

   - Ya está. - Y salió.

   Me puse la mascarilla (tenía el corazón a 1.000.000 de revoluciones) y salí de donde me acababan de hacer la foto. Me las enseñó las dos y cualquiera de las dos me valía, pues estaban casi igual, así que me imprimió una de ellas. Fue fácil.

   Cuando salí de allí, lo primero que hice fue apartarme un poco de la gente, retirarme la mascarilla y limpiarme los labios con un clínex (a gustitooooooooooo). La mascarilla la tenía que tirar cuando llegase a casa sí o sí, pero ya no iba tan agobiada, llevaba los labios limpios (¡con las ganas que tengo de salir a la calle con los labios pintados a cara descubierta!). Respiré un poco. La dichosa foto ya estaba hecha. Voy a estar los próximos años con cara de susto en el DNI (porque entre tanto sube y baja, tengo una mirada de peli de terror con gesto casi sonriente).

   ¿Sabéis lo que me queda ahora? Ir a renovarlo.

   ¿Qué me encontraré en el camino? ¿Viviré experiencias religiosas? ¿Estaré tan nerviosa como con la foto? ¿Tendrán pliqui-pliqui allí? ¿Entre una persona y otra desinfectarán el boli con el que se firma? ¿Alguien limpiará la silla en la que me voy a tener que sentar para que me atiendan después de que se haya sentado la persona anterior? Misterios sin resolver...



   
   P:D: "pliqui-pliqui" es el gel hidroalcohólico, por si os habíais despistado.


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